Costumbres: Los ‘hijos del Diablo’ van a la autopista

“Mi nombre es Rodolfo Tórrez y al igual que mis hijos soy Hijo del Diablo”, sostiene con firmeza un hombre de mediana estatura, mientras ch’alla con alcohol una roca negra donde fue esculpido un rostro que, según él, le corresponde a Lucifer.

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“Hace tiempo que le entregué a mis hijos”, agrega sin dudar el enigmático personaje y luego toma de un sorbo un vaso de té con té. Son las 22.10 y el frío invernal cala los huesos en la Curva del Diablo, como fue bautizado este sector ubicado en la autopista La Paz-El Alto, a unos cinco minutos del Plan Autopista.

El hallazgo, la primera hora del lunes, del cadáver de un hombre ahorcado cerca del altar improvisado y las sospechas de la Policía de que podría tratarse de una ofrenda satánica puso nuevamente en la agenda pública la existencia de los cofrades.

Junto a Tórrez una veintena de personas fuman cigarrillos, pijchan coca y combaten el frío con la humeante bebida que circula entre todos. Frente a ellos, una roca de unos 50 centímetros de diámetro, es ch’allada por estos devotos del Diablo. La figura tiene los ojos saltones y la boca grande. Otras cuatro imágenes, tres de ellas pintadas de color rojo, flanquean el ícono principal. Dos de estos cuatros rostros tienen nombres: “Tío Contador” y “Tío Lucifer”, rezan las inscripciones.

Tórrez, que al principio de la charla se presentó como Lorenzo Palacios, se muestra desconfiado ante la grabadora. “No es una roca, es el Tío y creemos en él hace años. Es el guardián de la zona”.

La leyenda urbana da cuenta que hace años, cuando aún se construía la autopista, los albañiles habrían sido testigos de algunas apariciones. Otros van más allá y hablan de que el Diablo está escondido en esa curva y le atribuyen los constantes accidentes de tránsito que se producen en aquel lugar. Uno de los últimos sucedió el 8 de julio del 2010; un minibús se accidentó y 10 pasajeros resultaron heridos.

FAVORES. “A mí me ayudó mucho. Era alcohólico y ahora dejé la bebida gracias a él”, relata un joven que prefiere no dar su nombre, mientras ch’alla y prende una vela blanca a la imagen como retribución por los presuntos favores recibidos.

Ross, una mujer que carga un bebé en un aguayo, también está muy agradecida por los favores que recibió del Tío, como ella prefiere llamar a la imagen tallada en la roca. “Vengo con mucha fe ante el Tío porque él me cumplió muchas cosas. En mi vida han pasado muchas cosas malas, tenía mucha pena y él me alivió”.

La antropóloga Luz Castillo Vacano considera que “estos creyentes estarían solucionando lo que en la realidad no pueden resolver: acceso a la medicina, a fuentes de trabajo, etc”.

Los martes y los viernes son los días destinados al Tío y como ocurre con las apachetas, una comerciante instaló su puesto a unos dos metros de la roca, donde vende velas negras, verdes, rojas, blancas, cerveza, alcohol, coca, cigarros, mesas blancas y negras, y té con té. “Los viernes son más llenos. La gente viene igual, así haga frío o haya nevada como el otro viernes”, cuenta Ross.

A dos metros del puesto, minibuses y flotas pasan por la autopista a 80 kilómetros por hora. Este grupo de devotos celebra cada 7 de agosto y el Martes de Ch’alla la festividad por el Diablo. “Es igual que un preste común”, admite Ross. Este año, el martes el pequeño altar amaneció adornado con globos amarillos y azules.

La antropóloga Castillo cree que estas personas habrían elegido agosto, por el mes de la Pachamama. “Habría que analizar esta deidificación de un espacio urbano a partir de algún acontecimiento desencadenante y luego ver la transterritorialización de una deidad consolidada como es el Tío (propio de las minas)”.

Para quienes creen que ahí se pide por el mal, una señora que bordea los 50 años y que no da su nombre aclara: “No somos adoradores del mal. El es milagroso, porque nos apoya.Yo pido por mi salud más que todo. Pido que él nos de energía”.

“Él fue también en su época un ángel hermoso, bello y sólo quiso ser más que Dios por eso lo mandaron abajo (a la tierra)”. No obstante, circula también la versión de que ahí se dan cita delincuentes para pedirle a Satanás que el “próximo golpe les vaya bien”, y no sean capturados.

El teólogo andino Guiniol Quilla sostiene que la Curva del Diablo sería un antiguo lugar sagrado. “Para los aymaras el bien y el mal no son antagónicos. En la mina le pagamos al Tío, pero luego vamos a la iglesia católica. Este sitio debe tener un ajayu, por eso le prenden velas”,explica.

‘Entregar los hijos al diablo’

Para la antropóloga Luz Castillo Vacano la afirmación de Rodolfo Tórrez, que dice haber entregado a sus hijos al Diablo, respondería quizás a la necesidad de estos grupos sociales de enfrentar la pobreza y crisis económica generalizada.

Tiene dos fiestas en el año

El Martes de Ch’alla y cada 7 de agosto se celebra una pequeña fiesta, con preste incluida, en devoción al Diablo de la Curva, según cuenta Ross, una mujer que todos los martes y viernes le prende velas a esa imagen. Acompañada de su bebé, a quien carga en un aguayo, la mujer que bordea los 30 años se considera una devota de la imagen que la habría ayudado a resolver sus problemas económicos en los últimos dos años.

Policía halla CI del muerto

La Policía efectúo el levantamiento legal del cadáver a la 01.00 del lunes 1 de agosto. Se trata de un hombre de 35 a 45 años que portaba un carnet a nombre de Fernando Limachi Mamani, aunque se espera que los familiares lo reconozcan. Al examen externo presentaba un surco equimótico alrededor del cuello de aproximadamente 15 centímetros”, informó el director de la fuerza anticrimen, coronel Jorge Toro. El cuerpo está en la morgue.

//Bolivia Informa

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