Año nuevo Andino y Amazónico

A raíz del manifiesto de Tiwanaku de 1973, fue creciendo gradualmente la espectacular celebración de un año nuevo, otrora arrinconado por el colonialismo. Muchos decían año nuevo aymara; otros, inca; y otros, andino; hoy decimos año nuevo aymara-amazónico, aunque el cambio astronómico y climático corresponde a todo el hemisferio sur.

Son tiempos de reconocimiento y búsqueda de identidades. Estamos en una era que intenta llamar las cosas por su nombre. En los Andes, alrededor del año nuevo, siempre nieva a partir de fines de junio; en otros continentes, este fenómeno climático ocurre en diciembre, de allí el árbol de Navidad blanco. Ellos creyeron que esa su realidad era la de todos, y —por imposición— los otros la tomaron como verdad durante mucho tiempo. Ahora, poco a poco, se están dado cuenta de su relatividad.

El orden de este hemisferio es regulado por la Cruz del Sur; ella y la Pacha Mama marcan el pulso y la acción del mundo andino, de toda una cultura que fue violentada por el colonialismo; pero ahora se ha iniciado un proceso de recuperación cultural. De la Cruz del Sur, la cultura andina aprendió que el dos es uno; y que la bipartición, además, es cuatripartición. De ella asimilaron que siempre habrán los de arriba y los de abajo; y que unidos, los dos forman una fuerza de equilibrio y bienestar.

El 21 de junio es un acontecimiento trascendental, y cada año que pasa va ampliando su radio de acción. Este día tiene que ser el día de la Wiphala. El Lucero del Alba, festejado por los guaraníes, en el oriente boliviano, responde a la misma lógica, se festeja en la misma fecha. En 1973, sólo se festejaba en Tiwanaku, ahora en muchos otros lugares:

En la Isla del Sol, Waraqu, Samaypata, Inka Llaqta, Paytiti, Puno, Tacna, Arica, Iquique, Jujuy, Salta, Quito, etc. Se ha anunciado que en Awiyäla este año se celebrará en 80 sitios.

En Bolivia, la fecha fue declarada como feriado nacional. Sin embargo, éste no debería ser un feriado más, sino un día de intensa reflexión, de reconocer y superar resentimientos, y así predisponerse para un nuevo plan de vida. Es el Willka Kuti, un nuevo año en el que se debería allanar todas las rencillas y resentimientos. Mantenerlas durante los siguientes periodos es absurdo o, peor aún, significa quitarle sentido a la idea del “año nuevo”.

La diferencia con el occidente estriba en que para ellos el año nuevo se da a fines de diciembre, y en el hemisferio sur, a fines de junio; las cuatro estaciones del año no marchan ni marcan igual en ambos hemisferios. Mientras en Europa es invierno, aquí es verano; si allí están en primavera, aquí es otoño. Se trata de respetar los ritmos de vida marcados por el planeta. Porque, a decir verdad, la Pacha Mama hoy más que nunca exige respeto. Se olvidan que ella marca las normas de comportamiento de todos los seres, aún en la era de la electrónica. Sólo el respeto y el cumplimiento de sus paradigmas: alteridad y diversidad, traerán la paz.

Resulta absurdo tener un solo año nuevo en todo el mundo. El relativismo cultural, los paradigmas de alteridad y diversidad, nos recuerdan que ya no hay verdades absolutas, ni festejos únicos. La globalización es homogeneidad-diversidad. Pronto ya no habrá un solo parámetro de desarrollo, por eso, será risible la occidentalización como sinónimo de desarrollo. Hoy se trata de respetar los diferentes festejos en los hemisferios respectivos, eso es armonía de contrarios.

La razón

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